Desde siempre el ser humano tuvo la necesidad de encontrar las respuestas a aquellas preguntas que, sin saber de dónde, le asaltaban a cada paso. Desde que el hombre tuvo la llama de la razón ardiendo en su interior quiso saber por qué debía morir, cómo debía vivir y para qué. Pero no es fácil encontrar las respuestas y sí lo es dejarse guiar por cualquiera. Desde los comienzos algunos individuos, los más favorecidos por la capacidad de la abstracción, han captado en el mundo una fuerza, unas cualidades sorprendentes y han tratado de interpretar esas señales para satisfacer aquel impulso de saber. Pero casi siempre han confundido los signos que la realidad les ha transmitido y han desviado el camino de la razón para adentrarse en los oscuros dominios de las creencias, los misterios extra-naturales, los poderes espirituales, el más allá. Las religiones, muestras inequívocas del error humano (y, muchas veces, vehículo maligno para el dominio y el control de los hombres por los propios hombres), han triunfado en todas partes y en todos los tiempos.
Pues bien, ahora me dispongo a transcribir unas páginas hace tiempo olvidadas que, por casualidad o destino (qué más da) han llegado a mi poder y con las que pueden resolverse muchas de esas preguntas ancestrales que tantos quebraderos de cabeza han proporcionado a la especie humana.
La verdad ha estado siempre ahí fuera, al alcance de cualquiera, pero ha sido ignorada porque grandes e interesados poderes fácticos en todas las épocas han desviado nuestra atención y han contaminado nuestras mentes con tradiciones antinaturales y con ideas irracionales, de modo que lo evidente se ha hecho invisible para los ojos de la mayoría.
Progresivamente iremos analizando nuestras propias tradiciones y creencias e iremos desvelando la verdad palpable que nos rodea cada día, e iremos respondiendo a esas preguntas que, inevitablemente, desde que somos capaces de vernos a nosotros mismos, no tenemos sino que hacernos.
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